lunes, 29 de octubre de 2007

Las manos de la amatxi


El 10 de junio de 1973 se celebró en Oiartzun (Guipúzcoa) un homenaje a un bertsolari. A este acto fue invitado Xalbador, el pastor de Urepel (Baja Navarra). Cuando le tocó su turno, se acercó con solemnidad al micrófono. Su figura mostraba a un hombre sereno y rebosante de confianza. Don Juan Mari Lekuona fue el encargado de comunicarle el tema sobre el que debía cantar de un modo improvisado: “Xalbador, éste es tu tema, las manos de la abuela, “amatxiren eskuak”. Tras unos segundos de concentración empezó a cantar con una melodía suave y nostálgica:

Aizu, amona, aspaldian zu etorri zinen mundura,ta zure baitan ibili duzu zonbait-zonbait arrangura;nik ikustean begi xorrotxez zuk duzun esku zimurra,laster mundutik joanen zarela etorzen zeraut beldurra.

Escucha abuela,hace ya mucho tiempo que viniste al mundo,y en tu interior has pasado muchas preocupaciones.Al contemplar con mi fina mirada esas queridas manos arrugadas,me viene un temor de que pronto tendrás que dejar este mundo.
Los oyentes no esperaban esta salida. Mirando a Xalbador podrían asegurar que no es un ejercicio de erudición y rima el de éste buen pastor. En su cara parecía vislumbrarse una añoranza de esa “amatxi”. Xalbador, sin cambiar el gesto grave y profundo de su rostro, canta su segundo bertso:

Beste amatxi asko ikusi izan ditut han-hemenka,Jainkoa, otoi, ez dadiela gaukoan eni mendeka:zure eskuak ez bitza, otoi, behin betiko esteka,semeatxiak hain maite baitu esku horien pereka.
He visto en todo el mundo a otras muchas “amatxis”,Señor, por favor, que me perdonen hoy lo que digo,que tus manos, “amatxi” mía, no se agarroten nunca,pues éste tu nieto tanto ama las caricias de esas manos arrugadas.
Cuando los oyentes todavía no se habían repuesto de la emoción, Xalbador lanzó al aire su tercer bertso:

Ene amatxik mundu guzian ba ote zuen berdinik?Dudatzen nago hardu dukeen nehoiz atseginik;orai eskuak ximurtu zaizko zainak hor dazura urdinik,eta ez dago arritzekoa horrenbeste lan eginik.

Mi “amatxi” en todo el mundo ¿acaso tendría una igual?estoy dudando de que alguna vez hubiese tomado un descanso,ahora se le han envejecido las manos,y sus venas azules las tiene ahí a la vista,no es de extrañar... ¡tanta labor han hecho!

Xalbador con esa mirada suya perdida en el horizonte está viendo a su abuela trabajando, hilando la lana, cuidando la olla en el fuego, meciendo la cuna de su nieto, desgranando las mazorcas de maíz o las cuentas del rosario. Una abuela, con unas manos arrugadas, que fue la memoria de esa comunidad familiar.

lunes, 22 de octubre de 2007

¡¡Aquí hay tomate!!


¿Qué tiene un tomate que no tiene el resto de verduras que podemos comprar en un mercado? Pues, sobre todo presencia. Con ese color, ese tamaño. Desde luego, que del mercado de Santo Domingo no puedes irte sin comprarlos. La razón es sencilla, están ahí y no puedes dejar de mirarlos.
Tiene gracia, vas allí, a comprar los limones frescos que, desde luego, te manda comprar tu abuela, y te vas con medio kilo de ellos. Pero, ¿qué tendrán estos tomates? Sobre todo, cuando te los colocan justo al lado de las castañas, que por supuesto ¡tampoco puedes dejar de mirar! Pues ala, medio kilo de castañas también. Si ya sabía yo que ir a las 12:30 de medio día era mala idea. Pero, en fín, es la hora en la que tu abuela empieza a recordar todo lo que le falta para cocinar ese plato que nos gusta tan poco.
Pero, bueno, tampoco está tan mal. Te das una vuelta, observas lo que hay sin dejar de pensar en los pedazos de tomates que llevas en la bolsa. ¿Qué tendrán estos tomates?

De tanto pensar, vuelvo a la tienda de las frutas y las verduras, “Por favor, pongame medio kilo más de tomates”. Al final, ni limones ni nada, mi abuela tendrá que bautizar al día de hoy como el día del tomate.



Ahora que lo pienso, con lo grandes que son estos tomates, nosé como voy a poder llevarlos hasta casa. ¡Cómo pensan! Mejor es que me lleve medio kilo y mañana vuelva a darme otra vueltecita y a por el otro medio kilo. Y ¿Quién sabe? Igual mañana me acuerdo de los limones de mi abuela.


martes, 16 de octubre de 2007

Un día estupendo

Amanece un día estupendo, el sol se cuela en mi habitación a través de las rendijas de la ventana. Es una luz anaranjada, casi rojiza, que se funde con el color grisáceo, sucio y gastado de las persianas, reflejándose en el otro lado de la habitación y formando extrañas figuras sobre la pared. Casi puedo sentir un escalofrío resbalándose por mi espalda.

Hace un día hermoso, con viento. El aire agita los arboles de la calle, las hojas del suelo, mi pelo. Se funde con las nubes que, tímidas, asoman entre los edificios. Una anciana sujeta con fuerza el cuello de su chaqueta, quizá para que el viento no se la lleve, quizá para frenar el frío helador de la mañana. Aún así, si miro al cielo puedo ver el sol, con aquel color anaranjado y casi rojizo que se colaba por la mañana en mi habitación.

Hace un día alegre. Ahora, si alzo la vista mientras camino, puedo ver la gente agrupada en la puerta de mi facultad. Todos amontonados, como queriendo evitar el frío que se cuela hasta en el silencio. Un silencio que agita con fuerza los árboles del campus, las nubes del cielo, nuestras miradas.

Es magnífico como la arquitectura, el paisaje y la gente, forman en conjunto toda una belleza visual. Una belleza que me gustaría plasmar para mantenerla por siempre viva en el recuerdo. Para no olvidar jamás la maravilla que conforma la vida misma.

Ojalá pudiera plasmar cada mañana en este espacio, para que vierais como entra el sol por mis ventanas, para que sintierais cómo el viento se cuela en vuestros cabellos, para que pudieseis acostaros con la sensación de que la vida merece la pena.

lunes, 15 de octubre de 2007

El coche ideal


Dicen que la historia de un coche es aquella que cada dueño le quiere dar. Esta es mi historia, una historia llena de deseos, esperanzas, aventuras. Una historia en la que yo fui protagonista. Mis ruedas desgastaron lo más profundo de mis sueños. Siempre quise ser el coche ideal. Y.. mi sueño se hizo realidad.

Y ahora os preguntareis, ¿Qué debería llevar el coche ideal? Pues sólo te lo mostraré y te dejaré con la miel en los labios. Para empezar, dispongo de una programación musical seleccionada para estimular o calmar al chófer, o conversación fascinante para quitarle el sueño. Esto viene estupendamente cuando, por cualquier razón, me dejan sólo ante el peligro y tengo que hacer saltar mi piloto automático. Es un tostón!


También dispongo de unos asientos acojinados que encargué en Alemania que envuelven a los tripulantes en caso de choque ¡¡¡comodísimos!!! nada que ver con el airbag. Y desde luego, mi escape es silencioso y saludable. También tengo acumuladores de energía electrica producida por energía solar para uso nocturno... ¿Qué? ¿Cómo te vas quedando?


Y para terminar.... Control de las cuatro ruedas para estacionarse, pantalla retrovisora auxiliar con radar para noche y neblina, vidrios no mojables y fotosensibles para que se oscurezcan donde les toca la luz fuerte; y, de regalo, el último recopilatorio de los mejores éxitos de Il Divo. Perfectos para los momentos de depresión. Si como ves, estoy en todo!
Así que, no dudes más, ven a Toy´s R Us y me encontrarás!!

Antes era pequeñín

Hubo una vez un lindo ruiseñor que hacía su nido en la copa
de un gran roble. Todos los días el bosque despertaba con sus
maravillosos trinos.
La vida volvía a nacer entre sus ramas. Las hojas crecían y crecían
También lo hacían los polluelos del pequeño pajarito. Su nido estaba
hecho de ramitas y hojas secas.
Algunas ardillas curiosas se acercaban para ver como los polluelos picoteaban el cascarón hasta dejar un hueco en el que poder estirar su cuello. Empujaban con fuerza y lograban salir hacia fuera.
Sus plumitas estaban húmedas. En unas cuantas horas se habrían secado y los nuevos polluelos se sorprenderían de lo que les rodeaba.
El árbol estaba orgulloso de ellos. Él también era envidiado por los demás árboles no sólo por tener al ruiseñor sino por la belleza de su tronco y sus hojas. Era grandioso verlo en primavera.

Al llegar el otoño, las hojitas de los árboles volaban hacia el suelo. Con gran tristeza caían, pero el viento las mimaba y las dejaba caer con suavidad. Al pasar el tiempo éstas serían el abono para las nuevas plantas.
Al ruiseñor le gustaba jugar entre sombra y sombra. Revoloteaba haciendo piruetas, buscando la luz y cuando un rayo de sol iluminaba sus plumas, unas lindas notas musicales acompañaban su alegría y la de sus polluelos.
Un día un hongo fue a vivir con él. Ya lo conocía de antes se llamaba Dedi, bueno, tenía un nombre muy raro, pero ellos le llamaban así.

El roble comenzó a sentirse enfermito, tenía muchos picores y su piel se arrugaba.
De vez en cuando le corría un cosquilleo por el tronco.
Estaba un poco descolorido, ni siquiera tenía ganas de que los ciempiés jugaran alrededor de sus raíces.
Él hongo estaba celoso del árbol y de su amistad con el ruiseñor.
Pensó que si le enfermaba, el ruiseñor le haría mas caso a él, envidioso de su amor no le importó hacerle sufrir.

Los demás animales convencieron al hongo para que abandonara al árbol. Así conseguiría, ser su amigo pero nunca por la fuerza.
A partir de aquel día siempre se juntaban para ver amanecer.
El hongo aprendió una gran lección, su poder y su fuerza debía utilizarlas, para algo bueno, para crear, no para destruir.